sábado, 19 de octubre de 2013

Introducción: Kitsch en el folclor y la cultura popular.









Según Hermann Broch, el kitsch representa la visión del mundo a través de una mala fe con propios valores. Según Clement Greenberg, el kitsch es el epítome de todo lo que hay de espurio en la vida de nuestro tiempo. Ludwig Giesz ha enmarcado al kitsch como suministro oblicuo de las industrias culturales. Indudablemente, las varias definiciones atribuidas al kitsch lo proclaman como el fenómeno cultural pernicioso, la retaguardia de los movimientos vanguardistas surgidos a inicios del siglo XX. 

En conceptos generales - y creo que todos los autores concuerdan en esta valoración - un objeto denominado como kitsch es meramente utilitario y carece de crítica por parte del observador pues solamente brinda gratificación emocional sin ningún tipo de esfuerzo intelectual.

El surgimiento del kitsch, al tratarse de campesinos y burgueses quienes se asentaron en las grandes ciudades durante la Revolución Industrial, creando en su cotidianidad su propio tipo de ocio, resulta en el cambio de la concepción sobre cultura popular; las masas ejercieron presión sobre la sociedad en la que vivían para dar con un nuevo tipo de cultura adecuada para su consumo.


Personalmente, entiendo el kitsch como la representación y el reflejo de la personalidad de un pueblo. Y es que, claro, el consumo masivo de los productos catalogados como kitsch, denota claramente lo que las personas quieren, necesitan y por supuesto, disfrutan. Con dicha noción, el kitsch en el Ecuador, no representaría más que la pluriculturalidad propia del país. La cultura popular ecuatoriana se estructura bajo el parámetro formativo en el cual a través de la composición de estilos, la aleación de culturas y la prominente promoción comercial, convierte lo que se calificaría como kitsch en una mezcla folclórica y pintoresca. De esta manera, mi hipótesis es que el kitsch, en el Ecuador, se transforma en una suerte de vanguardia del siglo XXI.

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